Todos nos identificamos, de alguna manera, con cada uno de los elementos existentes en el contexto, sean físicos o simbólicos. Cuando hablamos de lo físico, nos referimos a todo lo que podemos percibir por alguno de nuestros sentidos, el mar, el clima, el bosque, las nubes… Lo simbólico corresponde a las prácticas culturales y sociales que configuran nuestra realidad y determinan, en gran medida, la forma como percibimos el mundo, como es el caso del idioma, la religión, los principios éticos y morales, los gustos… Pero todos los seres vivos en la Tierra tenemos un elemento común y ese es el planeta. De hecho, más allá de pensar el planeta como nuestro, nosotros pertenecemos a este y le debemos lo esencial para la existencia, la vida.
Por eso no es de extrañarnos entender en diferentes cosmovisiones al planeta como la “Madre Tierra” y los diferentes seres vivos que lo habitamos como hermanos, pues nos debemos a este y siempre está ahí incluso para recibirnos cuando cesa la vida. Cuestionemos nuestras acciones como humanidad, está bien que requerimos de los recursos naturales para la preservación de la vida, pero, ¿hasta donde hemos superado el acceso a los recursos por necesidad y bienestar y hemos avanzado a su codicia para la satisfacción de nuestro ego personal o para posicionarnos en pedestales de superioridad?
El planeta es tan variable, cíclico, inmenso, infinito y fuerte que tiene la capacidad de renovarse, reciclarse, regenerarse y transformarse. No es tan predecible qué tanto podremos ser parte del planeta, pero de seguro, en millones de años el planeta va a seguir ahí, y esta aparente temporalidad infinita en que podemos habitarlo, gozarlo y disfrutarlo, por qué no hacerlo desde el agradecimiento y desde una experiencia amable de la existencia con prácticas amigables con el medio ambiente con las cuales estamos mejorando nuestra calidad de vida.
Hoy, 25 de marzo, unámonos a la actividad mundial de “La Hora del Planeta”, que se lleva a cabo desde el 2007 el último sábado de marzo, con acciones que contribuyan a reducir el impacto ambiental que ocasionamos al planeta. Si bien la iniciativa parte del principio de apagar las luces por una hora, también hay otras acciones que podemos realizar que nos ayuden a tomar conciencia sobre el cambio climático y la importancia de cuidar el medio ambiente.
La Hora del Planeta es la oportunidad para ser conscientes de nuestro impacto sobre el medio ambiente y de la necesidad de promover acciones para protegerlo. Cada acción cuenta y no solo tienen un impacto positivo en nuestra vida, sino en todas las formas de vida planetaria. Reciclar, reducir el consumo de energía, usar medios de transporte sostenibles y cuidar de la naturaleza, contribuye a un futuro más saludable y sostenible. Aprovechemos la ocasión para recordar que nuestros actos tienen un impacto en el mundo que nos rodea y debemos trabajar juntos para generar un cambio significativo para proteger nuestro hogar común, la Tierra.