Necesitamos ciudades sostenibles

¡El mundo se está acabando! ¡No consuma! ¡Se va a acabar el agua! ¡El planeta es prestado! ¡Y las futuras generaciones qué!… Y la lista puede seguir con una cantidad incontable de predicciones fatalistas. Es posible que todos esos vaticinios ocurran y arrasen con la humanidad, por ello es mejor estar preparados y más que concentrarnos en predicar el fin del mundo hay que tomar medidas y convertir las ciudades en proyectos sostenibles.

En la televisión, en la prensa o, inclusive, en las conversaciones con nuestros amigos, surge el tema del cuidado del medio ambiente. La preservación de los recursos naturales parece haber pasado de ser una visión romántica de unos cuantos locos a ser una moda o una conciencia real sobre el espacio que se habita.

Los jóvenes se están convirtiendo en los principales precursores del proyecto en pro del cuidado del planeta. En ocasiones vemos hecho moda el proyecto sostenible: algunos reciclan su ropa y le dan su toque personal, las chicas lucen aretes y carteras elaboradas con empaques de “mecato”. Son estas manifestaciones una búsqueda por encontrarle lugar a la sostenibilidad y la preservación, aunque ello aún no ha demostrado muchos impactos.

En su mayoría es la industria como principal generadora de gases contaminantes y la principal consumidora de la materia prima que provee la naturaleza la responsable de implementar los procesos para mitigar los impactos al ecosistema, sin embargo, cada uno, como sujeto que consume, habita el planeta y necesita de éste, es quien debe adoptar prácticas sostenibles que ayuden con la preservación. Podemos empezar con acciones como reciclar, separar los residuos sólidos reutilizables de los que no se pueden recuperar, reducir el consumo de agua y energía, evitar las emisiones de CO2 a la atmósfera con el uso razonable de vehículos que requieren combustibles para su funcionamiento, reducir la generación de basura, además de evitar arrojar contaminantes en las fuentes hídricas.

En diferentes partes del mundo las estrategias para mitigar los impactos ambientales que hemos generado, además de los que vendrán, son una de las principales preocupaciones. Han surgido investigaciones para develar los protocolos necesarios que debe emprender el humano para lograr un verdadero y completo aprovechamiento de los recursos naturales, además de las medidas a implementar para una recuperación de los mismos. Una solución que hasta ahora parece la más viable en el futuro cercano es impulsar el concepto de ciudades sostenibles.

Antiguamente los humanos vivían en la ruralidad, eran autosuficientes y establecían relaciones sociales y de intercambio con unos pocos vecinos. Años más tarde se dio un proceso en el que la humanidad comenzó a congregarse en grandes urbes, empezando en Mesopotamia y Egipto, después en Grecia y Roma, y más tarde en el resto de Europa y en América. En el 2008, según las Naciones Unidas, por primera vez en la historia la mayor parte de la humanidad habita en las ciudades.

A raíz de la falta de planificación urbana y de la apropiación de espacios de manera indiscriminada en el proceso de expansión, se consideró la posibilidad de construir ciudades sostenibles que cumplan con un diseño arquitectónico inteligente que posibilite protocolos y dinámicas sociales y tecnológicas amigables con el ambiente. Sin embargo, esos proyectos han fracasado por sus altos costos.

Es difícil pretender desplazar a la humanidad a espacios construidos cuando sus raíces sociales están determinadas en un territorio y en un concepto específico de ciudad, en el que la disposición e historia de los lugares marcan unos patrones de identidad y la calidad de vecindad determinan posturas en las formas de vida. Además, aunque la planificación urbana sea espontánea, cumple con unas características específicas del territorio y se acopla a unas necesidades identificadas en el proceso histórico de construcción comunitaria. Si partimos de la gran población en las metrópolis, es más práctico acondicionar las ciudades para que sean sostenibles y respeten el medio ambiente con técnicas avanzadas y estrategias sencillas, que pretender desplazar a la población mundial a construcciones costosas.

Aun así, las ciudades no pueden continuar con el sistema de mercado actual, teniendo en cuenta que la demanda de recursos superará la oferta cuando los residentes urbanos aumenten y pasen de los 3.000 millones que hay en la actualidad hasta los 6.000 millones que se estima habitarán las ciudades en el año 2050.

En el proceso de readaptación de las urbes, las ciudades deben planificarse de acuerdo con las necesidades actuales, y el calentamiento global, la reducción de los recursos naturales, la futura imposibilidad de garantizar agua potable a la población mundial, el aprovechamiento del tiempo de desplazamiento, además de la contaminación está determinando exigencias. La tecnología, las nuevas plataformas para la información, además de los nuevos sistemas inteligentes de comunicación deben apuntar a posibilitar la implementación de sistemas que controlen el consumo para lograr un adecuado rendimiento energético, la reducción de gases efecto invernadero emitidos por la industria y los vehículos, el racionamiento del agua y la Implementación de sistemas que permitan el manejo integral de los residuos sólidos para reducir los rellenos sanitarios.

Estas acciones ya se están dando en el mundo y se están experimentado procesos de conservación ambiental en diferentes ciudades, sin embargo, mientras se da este proceso de mutación y adaptación, que inicialmente debe ser promovido por los gobiernos tanto locales como nacionales, nuestras prácticas deben apuntar a construir una ciudadanía activa en prácticas sostenibles. De nada sirve una estructura física y tecnológica para la conservación si en las comunidades y en las prácticas ciudadanas no existe una cultura de preservación ambiental.

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